lunes, 4 de abril de 2016



París, 25 de noviembre de 1870


Monsieur Blanchar.
Querido Gaston:

         Tengo que darte una mala noticia: Isidore ha muerto. La policía lo encontró en su habitación muerto. Llevaba un par de días, y la casera llamo a los gendarmes. Por lo visto ha bebido un preparado de opio y láudano en dosis letales.

         Fui a visitarle, como te dije que haría. Me recibió educadamente, pero se nota que mi visita le produjo cierta contrariedad. Evitó hablar de su vida y de sus problemas. La habitación era una leonera y hedía horrible, a mierda y a opio. Me contó que estaba escribiendo una obra que ha titulado “Les Chants de Maldoror”, y estaba acabando el sexto canto.

         Me dijo que salía de noche y se movía por zonas peligrosas de París, y por ello, iba a redactar un testamento y me iba a dejar todos sus libros. Y así lo hizo, así que ahora tengo sus cantos en mi poder.

         Sobre la obra te puedo decir que no la comprendo, pero tiene algo que gusta y están muy bien escritos, con una especie de prosa rimada y rítmica que hace su lectura muy complicada pero plena de musicalidad.

         Ha sido un suicidio, pero antes se dedicó a romper y quemar todas sus fotos y documentos de identidad. Escribió en un papel: “ne laisserai pas des memoires”, y junto a ese papel un testamento donde me deja todos sus libros y los derechos que pueda traer su publicación.

         Estaba hecho una pena. Medía más de 1,80 cm, pero pesaba menos de 50 kilos. Su olor corporal era horrible y no se lavaba el pelo desde hacía años. Tampoco se pelaba ni afeitaba, solo que no le salía barba, solo bigote y de pelusilla. Vestía con harapos y me confesó que era bisexual y que le iban los misóginos.
        
Me contó que sus cantos son una simbología de la maldad en el mundo, encarnada por el personaje central: Maldoror, que como sabes, hace referencia a un masturbador compulsivo, como él era.
        
Trata de ofrecer una visión oscura del mal, que identifica con la iglesia y sus corruptelas, entre otras metáforas. Es un texto collage, con continuas referencias a episodios de vida animal donde el bien siempre prevalece porque los animales no conocen la maldad y Maldoror se siente impotente para corromperlos y hacerlos malvados. Al final, asevera que solo los animales están libres del mal porque Maldoror no puede contra su inexistente moral, que, según dice, es la culpable de la existencia del mal en sí misma. Una atrevida teoría que, sin duda, daría mucho que hablar de ser publicada.

Quiero contarte que, en mi segunda visita, dos días antes de morir, Isidore me confesó algo que me dejó perplejo: me aseguró que no deseaba seguir viviendo. Que toda su vida era una farsa montada sobre una mentira existencial.  Había pagado a la casera la semana y el resto del dinero se lo había gastado en opio, después de darle una generosa cantidad a un joven misógino que se deja azotar con una fusta y se deja penetrar y le hace felaciones. Este joven es su único amor, según dice, y lo ama como se puede amar a un gato o a un perro, porque es la única persona carente de maldad que ha encontrado en su vida. Maldoror, con todo su poder, no puede hacer nada para corromperlo.

         La tercera visita la hice el pasado sábado, para recoger lo que me había legado y asistir a su entierro, al que no fueron ni sus padres siquiera, tan solamente yo y el misógino, que no paraba de llorar.

         Otro día te contaré más cosas. Ah, se me olvidaba; se hacía llamar El Conde de Lautreamont, y es así como firma sus obras que se resumen en seis Cantos de Maldoror y un pequeño volumen de Poesías.

         Sin otro particular, recibe un abrazo de tu amigo.

         Simon R. Houraidin

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