DELIRIOS ONIRICOS I
“UN ENCUENTRO INESPERADO”
Caminaba yo por las calles comerciales del centro de alguna ciudad,
cuando mi prima MA*, que no encajaba en esa situación ni en ese lugar, me paró
y me dijo:
-
Primo, ¿recuerdas a RCC, la chavala que
compartió piso en Sevilla contigo durante dos años cuando estabas en la
Universidad?
-
¡Claro que sí! – contesté- ¡Cómo iba a
olvidarla!
-
Pues está ahí dentro – replicó señalándome a una
especie de centro comercial o supermercado- Anda, entra si quieres verla y
saludarla.
Se despidió de mí y sin dudarlo, entré y la encontré de inmediato.
Estaba rodeada de sus alumnos, ya que ella optó por la enseñanza y preparó las
oposiciones correspondientes. Hacía 25 años que no la veía, y, de lejos, la
reconocí de inmediato. Parecía no haber cambiado con el tiempo en su aspecto
físico.
La recuerdo como una chica sumamente atractiva, sin ser guapa. Su
cutis, pálido y rubicundo a la vez, cubría un rostro de cierta belleza y
armonía. Tenía el pelo largo, liso y rubio. Sus grandes pechos eran mi
inspiración cuando las hormonas de la adolescencia bullen y condicionan la
existencia misma al deseo sexual. Era, fue, durante mucho tiempo, objeto de mi
deseo y musa de mis masturbaciones. Era muy inteligente, y conversar con ella,
un placer.
Me fui acercando. La veía de perfil. Su nariz era prominente, pero no
afeaba en absoluto su rostro. También era así veinticinco años atrás. Procuré
llamar su atención pronunciando su nombre y ella se giró y me reconoció de
inmediato.
Sin embargo, mi corazón dio un vuelco cuando observé su rostro de
frente. Le tendí la mano, renunciando a los dos besos habituales que en España
constituyen el saludo entre personas de distinto sexo. El motivo era simple: su
nariz, vista de frente, era sencillamente monstruosa.
-
Siempre tan tímido – me dijo - ¿no me das un
beso?
-
Temo pegarte la gripe. Estoy convaleciente aún –
Le respondí mintiendo.
-
¿Qué tal te va? ¡qué alegría verte! – exclamó -
¿vives aquí?
-
Muy cerca. Hoy he venido obligado para hacer
unas gestiones. De lo contrario estaría en la cama – respondí para darle más
credibilidad a mi mentira.
* * * * * *
Morfeo me trasladó, de repente, a otro escenario. Allí apareció un
tercer personaje. Era otro compañero de piso, que también había vivido con
nosotros durante algunos años. Se saludaron y el la besó complacido.
Los tres entablamos la típica conversación en estos casos. Mientras
ellos hablaban, yo contemplaba, estupefacto, la monstruosa nariz de ella.
Trataré de describirla:
Era de un color rosa oscuro, que contrastaba con la palidez de su
rostro. Su anchura duplicaba la de la boca de la chica. Un vello negro e
hirsuto salía de sus fosas nasales, las cuales eran descomunales en tamaño. Sin
embargo, lo más repulsivo era que una abertura vertical, que abarcaba desde el
puente hasta las fosas y dejaba a la vista parte del interior. Este estaba
tapizado del mismo vello negro que cubría, de forma rala, el exterior. Por
dentro, el pelo era aún más negro y poblado. Cuando hablaba o sonreía, la
abertura se dilataba y mostraba el interior de forma más evidente. Las coanas,
enormes y lampiñas, palpitaban como una placenta habitada, dando una sensación
de repugnancia indescriptible. Su voz me sacó de mi ensimismamiento:
-
¿qué coño estás mirando? – dijo – pareces
atontado.
-
Perdona, es la gripe – contesté- tengo muy mal
cuerpo.
-
Está malito mi niño – dijo con sorna – y me
abrazó mientras mi horror aumentaba al ver aquella cosa tan cerca de mí.
-
¿no serán mis tetas lo que estás mirando? –
preguntó mientras reía y la hendidura se abría dejando, para mi desazón,
visible el interior de aquella deformidad espantosa.
-
No, de veras que no – contesté confundido – Me
fijaba en las uñas. Las has dejado crecer. Recuerdo que antes te las comías
hasta la cutícula. Tenías que echarte una cosa que amargaba si las mordías
¿recuerdas?
-
¡vaya memoria que tienes! – dijo – es verdad,
pero superé aquel vicio.
Los dos siguieron conversando, pero el hecho de que mi compañero no
mostrase signos de inquietud ante aquella visión horrorosa me desconcertaba aún
más si cabe.
Yo no dije nada sobre su nariz, pero me extrañaba que, conociéndola y
sabiendo que era sumamente coqueta y perfeccionista, no le afectara llevar
aquella cosa pegada a la cara.
Al cabo de un rato, nos despedimos de ella y quedamos solos mi amigo y
yo. El la miraba mientras ella caminaba.
-
Me encantaba – dijo – siempre me ha gustado
mucho.
-
Y a mí también, pero ¿qué le habrá pasado en la
nariz? – dije.
-
¿en la nariz? – contesto sorprendido mi amigo –
no he visto nada raro.
Sus palabras me dejaron mudo de asombro.
-
Pero….pero…¡es algo monstruoso! – dije yo
balbuceante.
-
¿te has visto la tuya? – contestó algo molesto.
-
En serio, me refiero a esa cicatriz….
-
Tú estás muy mal – dijo – esa fiebre te tiene
alucinado. Rosa está más guapa que nunca. No sé a qué te refieres.
-
Perdona – dije – me debe estar subiendo la
fiebre.
-
Anda – contestó – te llevaré a casa. Métete en
la cama y descansa.
Subimos a su coche mientras yo, en mi completa desazón, meditaba sobre
mi salud mental. Permanecimos en silencio un buen rato. De repente, me giré
hacía el y quedé otra vez mudo de espanto: sus orejas estaban llenas de gusanos
y completamente roídas y putrefactas. Pude percibir el olor a carne
descompuesta. Algunos gusanos eran enormes y otros devoraban los tejidos con
fruición.
Lancé un alarido de terror que me despertó…. Jadeante, sudoroso y
confundido, sentí un inmenso alivio al comprobar que todo había sido un
sueño…por fortuna.
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