sábado, 2 de abril de 2016

DELIRIOS ONIRICOS I
“UN ENCUENTRO INESPERADO”

Caminaba yo por las calles comerciales del centro de alguna ciudad, cuando mi prima MA*, que no encajaba en esa situación ni en ese lugar, me paró y me dijo:
-          Primo, ¿recuerdas a RCC, la chavala que compartió piso en Sevilla contigo durante dos años cuando estabas en la Universidad?
-          ¡Claro que sí! – contesté- ¡Cómo iba a olvidarla!
-          Pues está ahí dentro – replicó señalándome a una especie de centro comercial o supermercado- Anda, entra si quieres verla y saludarla.
Se despidió de mí y sin dudarlo, entré y la encontré de inmediato. Estaba rodeada de sus alumnos, ya que ella optó por la enseñanza y preparó las oposiciones correspondientes. Hacía 25 años que no la veía, y, de lejos, la reconocí de inmediato. Parecía no haber cambiado con el tiempo en su aspecto físico.
La recuerdo como una chica sumamente atractiva, sin ser guapa. Su cutis, pálido y rubicundo a la vez, cubría un rostro de cierta belleza y armonía. Tenía el pelo largo, liso y rubio. Sus grandes pechos eran mi inspiración cuando las hormonas de la adolescencia bullen y condicionan la existencia misma al deseo sexual. Era, fue, durante mucho tiempo, objeto de mi deseo y musa de mis masturbaciones. Era muy inteligente, y conversar con ella, un placer.
Me fui acercando. La veía de perfil. Su nariz era prominente, pero no afeaba en absoluto su rostro. También era así veinticinco años atrás. Procuré llamar su atención pronunciando su nombre y ella se giró y me reconoció de inmediato.
Sin embargo, mi corazón dio un vuelco cuando observé su rostro de frente. Le tendí la mano, renunciando a los dos besos habituales que en España constituyen el saludo entre personas de distinto sexo. El motivo era simple: su nariz, vista de frente, era sencillamente monstruosa.
-          Siempre tan tímido – me dijo - ¿no me das un beso?
-          Temo pegarte la gripe. Estoy convaleciente aún – Le respondí mintiendo.
-          ¿Qué tal te va? ¡qué alegría verte! – exclamó - ¿vives aquí?
-          Muy cerca. Hoy he venido obligado para hacer unas gestiones. De lo contrario estaría en la cama – respondí para darle más credibilidad a mi mentira.

*     *             *             *             *             *

Morfeo me trasladó, de repente, a otro escenario. Allí apareció un tercer personaje. Era otro compañero de piso, que también había vivido con nosotros durante algunos años. Se saludaron y el la besó complacido.
Los tres entablamos la típica conversación en estos casos. Mientras ellos hablaban, yo contemplaba, estupefacto, la monstruosa nariz de ella. Trataré de describirla:
Era de un color rosa oscuro, que contrastaba con la palidez de su rostro. Su anchura duplicaba la de la boca de la chica. Un vello negro e hirsuto salía de sus fosas nasales, las cuales eran descomunales en tamaño. Sin embargo, lo más repulsivo era que una abertura vertical, que abarcaba desde el puente hasta las fosas y dejaba a la vista parte del interior. Este estaba tapizado del mismo vello negro que cubría, de forma rala, el exterior. Por dentro, el pelo era aún más negro y poblado. Cuando hablaba o sonreía, la abertura se dilataba y mostraba el interior de forma más evidente. Las coanas, enormes y lampiñas, palpitaban como una placenta habitada, dando una sensación de repugnancia indescriptible. Su voz me sacó de mi ensimismamiento:

-          ¿qué coño estás mirando? – dijo – pareces atontado.
-          Perdona, es la gripe – contesté- tengo muy mal cuerpo.
-          Está malito mi niño – dijo con sorna – y me abrazó mientras mi horror aumentaba al ver aquella cosa tan cerca de mí.
-          ¿no serán mis tetas lo que estás mirando? – preguntó mientras reía y la hendidura se abría dejando, para mi desazón, visible el interior de aquella deformidad espantosa.
-          No, de veras que no – contesté confundido – Me fijaba en las uñas. Las has dejado crecer. Recuerdo que antes te las comías hasta la cutícula. Tenías que echarte una cosa que amargaba si las mordías ¿recuerdas?
-          ¡vaya memoria que tienes! – dijo – es verdad, pero superé aquel vicio.

Los dos siguieron conversando, pero el hecho de que mi compañero no mostrase signos de inquietud ante aquella visión horrorosa me desconcertaba aún más si cabe.
Yo no dije nada sobre su nariz, pero me extrañaba que, conociéndola y sabiendo que era sumamente coqueta y perfeccionista, no le afectara llevar aquella cosa pegada a la cara.
Al cabo de un rato, nos despedimos de ella y quedamos solos mi amigo y yo. El la miraba mientras ella caminaba.
-          Me encantaba – dijo – siempre me ha gustado mucho.
-          Y a mí también, pero ¿qué le habrá pasado en la nariz? – dije.
-          ¿en la nariz? – contesto sorprendido mi amigo – no he visto nada raro.
Sus palabras me dejaron mudo de asombro.
-          Pero….pero…¡es algo monstruoso! – dije yo balbuceante.
-          ¿te has visto la tuya? – contestó algo molesto.
-          En serio, me refiero a esa cicatriz….
-          Tú estás muy mal – dijo – esa fiebre te tiene alucinado. Rosa está más guapa que nunca. No sé a qué te refieres.
-          Perdona – dije – me debe estar subiendo la fiebre.
-          Anda – contestó – te llevaré a casa. Métete en la cama y descansa.
Subimos a su coche mientras yo, en mi completa desazón, meditaba sobre mi salud mental. Permanecimos en silencio un buen rato. De repente, me giré hacía el y quedé otra vez mudo de espanto: sus orejas estaban llenas de gusanos y completamente roídas y putrefactas. Pude percibir el olor a carne descompuesta. Algunos gusanos eran enormes y otros devoraban los tejidos con fruición.
Lancé un alarido de terror que me despertó…. Jadeante, sudoroso y confundido, sentí un inmenso alivio al comprobar que todo había sido un sueño…por fortuna.




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