París, 20 de octubre
de 1.870
A monsieur Blanchar.
Querido amigo Gaston:
Te escribo estas letras una vez que
puedo asegurarte, sin riesgo de equivocarme, que el joven en cuestión es
Isidore Ducasse, compañero nuestro en el Liceo de Tarbes, hace tres años y al
que llamábamos “el Uruguayo”.
Está muy cambiado y bastante
desmejorado. A su palidez de costumbre se le une una delgadez casi esquelética,
una vestimenta consistente en harapos y una falta de aseo bestial.
Se ha dejado un bigotillo de pelusa,
como un bozo tártaro, que le confiere un aspecto grotesco, que no le permite
pasar desapercibido para nadie, ya que es bastante más alto que la mayoría y
siempre viste de negro riguroso.
Como era un tipo bastante extraño e
insociable, he procurado indagar con mucho cuidado, pero la dueña del hostal
donde se aloja es una vieja entrometida y parlanchina y me ha contado todo sin
preguntarle yo nada.
Según parece, dice que estudia
derecho. Su padre le envía una asignación para vivir, estudiar y pagar la
pensión, pero parece ser que el dinero no va a cubrir esos gastos, sino a cosas
mucho más siniestras.
Solamente come, y eso no se sabe con
certeza, de noche, ya que jamás sale de su habitación durante el día. Toma café
constantemente y, según dice la casera, fuma algo que huele muy fuerte, como a
medicina. Yo creo que es opio lo que fuma y eso explicaría que siempre pague
con retraso y bajo amenaza de echarle a la calle.
Me contó que, una noche subió a su
habitación y quedó impresionada del desorden y la suciedad que tenía acumulada
allí. Por lo visto solo lee poesía, a Baudelaire ,Verlaine, Mallarmé, Artaud,
Byron…. Y ha publicado un librito que titula: Poesía. También observó otros
manuscritos titulados Canto Primero y Canto Segundo.
Tenía varias pipas para fumar esa
cosa que huele a medicina y guarda objetos tales como una fusta, dos cuchillos,
un bastón con sable dentro y un sombrero de copa nuevo.
A veces sube con chicas jóvenes a la
habitación, pero no pocas veces viene con un jovenzuelo afeminado que parece
una niña y con el que tiene relaciones sexuales.
El otro día lo escuchó golpeando
muebles y tirando cosas al suelo. Al día siguiente salió temprano y al rato
llegó con dinero, pues pagó dos meses de alquiler que debía. Se metió en su
habitación y comenzó a fumar opio, a juzgar por el olor.
He decidido que mañana iré a
visitarlo, y si puedo lo ayudaré porque está en serias dificultades. Ya sabes
como era de insociable, pero tenía un corazón de oro y siempre nos ayudaba en
lo que le pedíamos.
Me comprometo a tenerte al día. Te enviaré
carta con el relato de mi próxima visita.
Recibe
un abrazo de tu amigo
Simon R. Houraidin
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