lunes, 4 de abril de 2016



París, 20 de octubre de 1.870
A monsieur Blanchar.
Querido  amigo Gaston:
       
            Te escribo estas letras una vez que puedo asegurarte, sin riesgo de equivocarme, que el joven en cuestión es Isidore Ducasse, compañero nuestro en el Liceo de Tarbes, hace tres años y al que llamábamos “el Uruguayo”.

            Está muy cambiado y bastante desmejorado. A su palidez de costumbre se le une una delgadez casi esquelética, una vestimenta consistente en harapos y una falta de aseo bestial.

            Se ha dejado un bigotillo de pelusa, como un bozo tártaro, que le confiere un aspecto grotesco, que no le permite pasar desapercibido para nadie, ya que es bastante más alto que la mayoría y siempre viste de negro riguroso.

            Como era un tipo bastante extraño e insociable, he procurado indagar con mucho cuidado, pero la dueña del hostal donde se aloja es una vieja entrometida y parlanchina y me ha contado todo sin preguntarle yo nada.

            Según parece, dice que estudia derecho. Su padre le envía una asignación para vivir, estudiar y pagar la pensión, pero parece ser que el dinero no va a cubrir esos gastos, sino a cosas mucho más siniestras.

            Solamente come, y eso no se sabe con certeza, de noche, ya que jamás sale de su habitación durante el día. Toma café constantemente y, según dice la casera, fuma algo que huele muy fuerte, como a medicina. Yo creo que es opio lo que fuma y eso explicaría que siempre pague con retraso y bajo amenaza de echarle a la calle.

            Me contó que, una noche subió a su habitación y quedó impresionada del desorden y la suciedad que tenía acumulada allí. Por lo visto solo lee poesía, a Baudelaire ,Verlaine, Mallarmé, Artaud, Byron…. Y ha publicado un librito que titula: Poesía. También observó otros manuscritos titulados Canto Primero y Canto Segundo.

            Tenía varias pipas para fumar esa cosa que huele a medicina y guarda objetos tales como una fusta, dos cuchillos, un bastón con sable dentro y un sombrero de copa nuevo.

            A veces sube con chicas jóvenes a la habitación, pero no pocas veces viene con un jovenzuelo afeminado que parece una niña y con el que tiene relaciones sexuales.

            El otro día lo escuchó golpeando muebles y tirando cosas al suelo. Al día siguiente salió temprano y al rato llegó con dinero, pues pagó dos meses de alquiler que debía. Se metió en su habitación y comenzó a fumar opio, a juzgar por el olor.

            He decidido que mañana iré a visitarlo, y si puedo lo ayudaré porque está en serias dificultades. Ya sabes como era de insociable, pero tenía un corazón de oro y siempre nos ayudaba en lo que le pedíamos.

            Me comprometo a tenerte al día. Te enviaré carta con el relato de mi próxima visita.
           
Recibe un abrazo de tu amigo
            Simon R. Houraidin





































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