DELIRIOS ONÍRICOS
III
“MUERTE DE UN SOLDADO COLONIAL EN CUBA”
Los domingos, ERG, nacido en 1878 y arrumbador de oficio, solía
dedicarlos al cuidado de sus pequeñas tierras, cercanas al pueblo donde vivía.
Dos fanegas de olivos, cinco de trigo y algunos productos de huerta eran su
patrimonio rural; pero el disfrutaba con la tranquilidad del campo y con ver
crecer en sus tierras a seres vivos que, más tarde, alimentarían a la familia.
Preparaba allí el gazpacho, que tomaba junto con un trozo de pan con queso o de
cualquier otra cosa que se prestara a tan frugal proceso de cocinado.
En cierta ocasión, y tras haber dedicado buena parte de la mañana a
sus labores, se dispuso a prepararse el almuerzo. Buscó la sombra de algún
olivo frondoso, y, dejado caer del tronco, comenzó a majar el gazpacho. Un pozo
cercano le proveía del agua fresca necesaria para enfriar los ingredientes y
calmar su sed. Almorzó, fumó, bebió su vino y, amodorrado por la comida y el
cansancio, pronto quedó sumido en un profundo sueño.
Antes de relatar el suceso, quiero aclarar unas cuantas cosas de
interés:
ERG tenía un hermano enrolado en el ejército colonial de Cuba, y los
EEUU habían declarado la guerra a España con la intención de apropiarse de las
últimas colonias de ultramar del antes mundial imperio español. Los gringos
tenían mucho interés estratégico en las islas de Cuba, Filipinas y Guam, todas
españolas. Al fracasar las negociaciones para hacerse con esas tierras mediante
una compraventa, los EEUU, previa operación de “bandera negra”, declararon la
guerra a nuestro país. El hermano de ERG
fue reclutado en el ejército colonial y enviado a Cuba, para participar en la
confrontación. Nuestra armada, otrora “invencible”, estaba obsoleta y bastante
deteriorada. Además, la lejanía entre España y Cuba hacía difícil proveer al
ejército colonial de sus necesidades, máxime cuando los EEUU habían establecido
un bloqueo total sobre la entrada de suministros en la isla. No obstante, los
navíos de guerra marcharon a la batalla, con la moral alta y la patria en el
corazón. La superioridad de los gringos era apabullante y en pocos días la
fuerza naval española tuvo que rendirse y regresar a España con miles de bajas
y la flota desvencijada. Fue una gran tragedia nacional.
La infantería, mal equipada, víctima de enfermedades tropicales y peor
alimentada cayó ante la inexorable superioridad americana. El hermano de ERG perdió
la vida luchando en esa guerra colonial.
ERG no sabía nada del suceso, ya que
las noticias tardaban semanas en llegar, dada la tecnología de la época.
Sin embargo, esa tarde de domingo, alrededor de la una de la tarde,
mientras dormía la siesta después de comer, ERG tuvo un sueño singular: relató
que se despertó sobresaltado en el campo, escuchando cantos de réquiem y música
militar fúnebre. Se restregó los ojos y, ante su sorpresa, observó como pasaba
por delante suya una comitiva fúnebre en la que se rendían honores militares a
varios caídos, y entre ellos, como uno de los caídos, iba su hermano José, el
más pequeño.
Este sueño hizo que despertara sudoroso y jadeante. La visión había
desaparecido, pero el sueño había quedado grabado en su memoria. Miró su reloj
y retuvo en la memoria la hora en que se produjo la visión.
Cuando regresó a casa, no comentó el suceso ni a su madre ni a sus hermanos. Pero una
terrible sospecha invadía su conciencia. Esta sospecha, al poco tiempo, dio
paso a una seguridad casi total en que el fatal desenlace había ocurrido de
verdad. No obstante, siguió sin comentar nada a su familia ni a sus amigos más
allegados.
Cierto día, hablando con un conocido que también tenía un hermano en
Cuba como soldado, este le comentó que la armada llegaría en una semana y que
había sido derrotada por la fuerza naval americana. También le comentó que la
infantería había sufrido numerosas bajas y que el número de presos era muy
elevado. ERG decidió contarle a este hombre su sueño, y lo hizo con tanto
convencimiento que el otro comenzó a consolarlo, creyendo totalmente cierta su
premonición. Le refirió la hora de la visión, y calcularon la hora
correspondiente en Cuba.
No pasó mucho tiempo hasta que llegaron noticias oficiales sobre las
bajas en la guerra en tierra. Una primera lista, que comprendía los nombres y
apellidos de los caídos en varios días, entre los que estaba el domingo de la
visión, reveló la cruel realidad: José Ramírez García, de 19 años, había caído
en Santa Ana a las ocho de la tarde: exactamente la hora local de Cuba en la
que ERG experimentó el sueño
premonitorio.
Años más tarde, ERG contó a su
mujer y a sus hijos el hecho sobrenatural, su amigo, corroboró sus palabras
confirmando que él había sido el primer hombre en escuchar tan increíble
suceso.
Muchos años más tarde, mi padre me lo contó a mí, y ello a raíz de un
caso similar en el que mi padre tuvo un sueño premonitorio que también, por
desgracia, llegó a cumplirse en su desenlace más fatal.
Pero eso será en otro relato.
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