jueves, 14 de abril de 2016


METAPHORA

Estoy en un inmundo calabozo, en una infecta sentina de castigo, en un banco de galeras sin motivo, pues nunca llegaremos a puerto. Navegaremos, navegaremos, vagaremos por los mares sin que dejemos de remar jamás. Cada día veo caer a compañeros,  desfallecidos de hambre, de sed o esfuerzo. Y nunca los veo regresar, supongo que son entregados al mar.
De vez en cuando, cada muchos soles, llega el manijero con su silbato y sus mejores galas, un pergamino y gesto solemne y, con indisimulado atildamiento,  nomina a alguien sentado en las bancadas de la galera a quien el divino favor del monarca ha redimido del tormento eterno. Todos los demás padecen de repente encontradísimos sentimientos, de admiración o de maldición porque odian la regla por la que dinero o favores personales les hace libres caprichosamente, e inocente de sus ataques. No hay criterio de justicia, solo mensajeros.
Uno se va, y lo dejan en la playa, en medio de ningún sitio, otra vez en las manos del destino. Hasta la ansiada libertad es injusta y traumática en este sistema de redención. No podemos hablar, pero entre el crujir de los remos, cruzamos algunas palabras. Son cortas conversaciones y aún más efímeras amistades, porque, de forma muy conveniente, cada nuevo sol cambian los ocupantes de los bancos de galeras, y eso te obliga a aislarte.
Nunca nos dicen do estamos ni a cuanto queda Castilla. Nosotros somos vivientes despojados de humanidad y de decencia por nuestros católicos monarcas. Furibundos defensores de la fe, dispuestos a dar mil muertes antes que torcer el brazo ante ningún hereje.
¡Habrá guerra con Francia! – nos anuncia el guardián de la sentina.  Ese es nuestro periódico, nuestra conexión con la civilización. Se hace un silencio de muerte y los lacónicos murmullos son cesados a fustazos. Pero yo pienso respuestas, réplicas a este tormento y digo sin murmurar
-          ¡ muera la infecta Castilla!.
-          ¡mueran sus reyes extranjeros!
-          ¡mueran sus fueros y bulas!
-          ¡mueran sus privilegios!
Porque yo nací libre en mi tierra, y por no regalar mi trabajo me condenan a morir reventado en el océano, al banco de remo encadenado. Muy lejos de mi familia, que necesitan mis besos, de mis hijos muy pequeños y de mis padres enfermos. Lejos de todo estoy: lejos de la humanidad, lejos de la nobleza, cerca de la mezquindad, pero cortado al acero de la justicia y del pan.

Jamás llegaremos a puerto…solo nos queda remar.

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