UNA HISTORIA MUY HUMANA
Aquel
niño decía tener 7 años, pero era responsable y evidenciaba una inusual madurez
para esa edad. Solía llegar a clase el primero, en una vieja bicicleta con las
cubiertas gastadas, sin frenos y casi inutilizable por lo ajada y deteriorada
que estaba. A veces irrumpía en clase una vez empezada, pero nunca con más de
cinco minutos de retraso, y se disculpaba con una sinceridad indiscutible. Era,
además, un muy buen alumno: diligente, trabajador, atento, correcto y muy
inteligente.
Recuerdo que en cierta ocasión puse como
tarea a mis pupilos una redacción sobre su familia, el trabajo de sus padres y
la convivencia doméstica. Yo, en realidad, buscaba conocer algo más de aquel
alumno, porque debo reconocer que estaba intrigado en cuanto a su persona.
Rellenó cerca de tres cuartillas, en las
que apenas encontré dos o tres faltas de ortografía. Se expresaba muy bien, y
apenas llevaba cuatro meses de escolarización. Pero, si bien estos extremos me
sorprendieron, fue el contenido el que me dejo estupefacto, y por ello lo
transcribo aquí literalmente:
“Manuel
Alcázar Rivera. Grado elemental. 1º curso.
12
de enero de 1952. Zarza de Granadilla (Cáceres).
REDACCIÓN:
“MI VIDA FAMILIAR”
Me llamo Manuel, y tengo 7 años y diez
meses. Soy el menor de 4 hermanos, todos varones y vivimos en una granja a doce
kilómetros del pueblo. Allí criamos cabras, ovejas, cerdos, gallinas y vacas.
También tenemos una huerta y dos fanegas de trigo y una de olivar. Mis padres y
los cuatro hermanos trabajamos también en la granja y en la huerta.
Mi padre se llama Serafín y mi madre
Eulalia. Mi hermano mayor tiene 15 años y se llama José; el segundo doce y se
llama Antonio; luego va Luís, que tiene 10 años y yo que tengo casi ocho, que
cumpliré el próximo 17 de marzo.
Cada día me levanto a las cuatro de la
mañana, ordeño, realizo mis labores en la granja y a las siete cojo la
bicicleta y vengo al colegio, sin que mi padre se entere ya que no me permitiría
de ninguna manera asistir a la escuela. Mi madre y mis hermanos me cubren, pero
más temprano que tarde, me descubrirá y su castigo será severo.
Me encanta aprender y el colegio me
entusiasma. Mi profesor, Don Federico, es un hombre sabio del que quiero
aprender todo lo posible antes que mi padre me prohíba terminantemente seguir
viniendo a las clases. Pero yo quiero ser médico, o farmacéutico, y salvar
vidas ayudando al prójimo. También me interesan mucho las matemáticas y las
ciencias naturales.
De camino a la escuela recojo a mi amigo
Eduardo, que tiene 8 años, y lo monto en mi bici para traerlo al pueblo ya que
trabaja de aprendiz con un zapatero. Yo le he dicho que venga al colegio, pero
dice que su familia es pobre y debe ayudar económicamente.
A la una y media, cuando acaban las clases,
cojo mi bici y pedaleo doce kilómetros hasta la
granja, justo cuando mi padre está en la taberna, de
la que llega borracho y pasadas las cinco de la tarde. Mi tío Horacio me compró
dos cuadernos, el libro, dos lápices y un plumín. Le estaré agradecido toda mi
vida.
Por eso debo aprovechar el tiempo y
aprender lo máximo, porque el día menos pensado, mi padre se presentará aquí y me
llevará a correazos a la granja y…adiós escuela y conocimientos.
Espero que eso sea lo
más tarde posible y que, al menos, tenga tiempo para acabar este curso”.
Confieso que tras leer aquello no pude
reprimir una tristeza infinita que invadió mi corazón. Un nudo en la garganta y
una tremenda emoción se apoderó de mí. Aquel chaval me había abierto su corazón
y con la mirada perdida y su redacción en mis manos, pensé en un día de lluvia
y viento, con los caminos embarrados y Manuel pedaleando de noche para asistir
a mis clases, y eso día tras día, ya sea otoño o el duro invierno de estas
tierras. Aquel chaval tocó mi corazón y me propuse ayudarle.
Al día siguiente, acabé la clase media
hora antes y me quedé a solas con el chaval.
-
He leído tu redacción, Manuel - le dije – y quiero ayudarte. He pensado que
podrías aprovechar la ausencia de tu padre para venir a clase y yo estoy
dispuesto a darte cinco horas, de dos a siete, todos los días. ¿qué dices?
-
Es usted muy amable, pero ¿y si mi padre
lo descubre cuando salga borracho y violento de la taberna y viene aquí?
Entonces estaremos ambos en peligro –dijo mirándome a los ojos.
-
El médico viene todos los días a las
ocho y media. Puede recogerte en su moto y así no tendrías que pedalear dos
horas y antes de las dos estarías en la granja –le propuse-.
-
No quisiera ocasionarle molestias ni
compromisos –replicó.
-
Manuel, ese hombre es mi amigo y no
tendría reparos en hacerme ese favor.
- Déjeme que lo piense, y el lunes hablaré
con usted –me dijo, y añadió: es usted muy amable, Don Federico, y le estoy muy
agradecido.
- Por alumnos como tú sigo en esta
profesión, créeme -le dije- y estreché su mano mientras me embargaba una
inenarrable emoción.
El lunes, al final de la clase, Manuel
se quedó allí y me dijo que si aceptaba mi propuesta no podía traer a su amigo
al trabajo. Yo le contesté que los dos cabían en la moto de mi amigo, y
entonces me dijo que aceptaba la propuesta. Me tendió su mano, curtida y áspera
como la de un adulto, y con lágrimas en los ojos, y una mirada sincera musitó:
-
Le estaré eternamente agradecido, Don
Federico.
Y
dándose media vuelta, se marchó.
* * * * * * * * *
Un espléndido día de principios de mayo,
salimos al campo a dar la clase de ciencias. La naturaleza estaba en su
esplendor, y cuando quise mirar la hora reparé en que eran cerca de las cinco
de la tarde. Manuel se puso nervioso y me suplicó que debía marcharse de
inmediato. Pero mi amigo no estaba porque ese día se había tenido que marchar
antes de tiempo, y pedí prestada una bicicleta para Manuel, que montó en ella y
salió disparado hacía la granja.
A la mañana siguiente, regresó como
siempre en la moto de mi amigo, y me aseguró que no había ocurrido ningún
percance.
Al dar las doce, rezamos el ángelus y al
acabar, irrumpió en el aula un tipo violento y vociferante preguntando por
Manuel Alcázar Rivera. Al verlo, mi pupilo palideció de inmediato.
Aquel bárbaro le propinó una sonora bofetada y
lo levantó del pupitre cogiéndole de una oreja. Corrí a defenderlo, pero me
propinó un puñetazo que me tumbó en el suelo.
-
Así que esta es tu forma de ayudar en
casa, ¿no? –le dijo fuera de sí.
Yo salí del colegio y avisé a la Guardia
Civil, y una pareja me acompañó al aula. En ese preciso instante, Manuel salía
de la oreja mientras su padre blasfemaba y vociferaba como un poseso.
-
Quiero denunciar esta situación, agentes
–les dije a los Civiles.
-
¿qué exactamente? –preguntaron.
-
Explotación infantil, negativa a la
educación de su hijo y malos tratos –dije. Además, este hombre está borracho y es
violento.
-
¿es usted el padre del niño? –preguntó
un agente.
-
¿y a usted que cojones le
importa?-respondió el padre fuera de sí.
El Guardia le obligó a soltar al niño y
le propinó un puñetazo, mientras le advertía que debía de guardar respeto a la
autoridad.
-
Es mi hijo y hago con él lo que me dé la
gana-dijo el bárbaro.
-
Pues yo también-dijo el agente- y por
eso le voy a detener y llevarle al calabozo mientras espera que el juez decida
sobre su conducta.
El otro agente me hizo una señal y me
llevó un poco apartado para preguntarme algunas cosas sobre el alumno. Le conté
todo y le mostré incluso la redacción de Manuel.
-
Es un chico muy maduro y hace treinta
kilómetros diarios para venir a clases, y eso tras levantarse a las cuatro de
la madrugada para dejar terminada su tarea en la granja familiar.
El Guardia quedó impresionado y ante mis
ruegos de que ayudara al chaval me prometió que haría cuanto pudiera para que
siguiera viniendo a clases.
Manolito siguió asistiendo a clases,
pero unos veinte días antes de las vacaciones de verano, una mañana apareció
con moretones en la cara y un ojo casi cerrado. Había recibido una monumental
paliza, aunque él no culpaba a su padre, sino a unos golfillos que le habían
zurrado. Le llevé a mi despacho y le dije que se quitara la ropa, entonces pude
observar que tenía la espalda llena de latigazos hechos con un cinturón y con
una hebilla de metal.
Reanudamos la clase, pero al poco, la
puerta se abrió bruscamente y entró el padre de Manolo en evidente estado de
embriaguez. Cogió su cuaderno y lo hizo trizas allí mismo. Partió los lápices y
tras unas bofetadas, prendió a su hijo del brazo y lanzándome una mirada
venenosa me dijo:
-
Le aseguro que pagarás bien caro todo
esto.
Mientras se marchaba, el niño me dedicó
una última mirada. En sus ojos, anegados en lágrimas, se leía una triste
despedida, que me partió el alma. Desde aquel funesto día ya no le volví a ver.
* * * * * * * * *
Más de veinticinco años después de
aquello, mientras hojeaba un periódico, leí con asombro una noticia que decía:
“Ayer
fueron nombrados los Secretarios de Estado del Gobierno de Adolfo Suárez, (….),
Don
Manuel Alcázar Rivera, Secretario de Estado de Educación (…)”.
Unas semanas más tarde recibí una
invitación del Ministerio de Educación y Ciencia en la que se me invitaba a
acudir a una reunión con Don Manuel. Escrita de su puño y letra, decía:
“Estimado Profesor:
Durante todos estos años no he dejado de
recordarle ni un solo día. Sería un honor para mí que aceptara mi humilde
invitación, ya que gracias a usted he llegado aquí. Le emplazo para el próximo
día 30 a las 17 horas en el Ministerio. Aunque es posible que ya esté usted
jubilado, haré cuanto esté en mi mano para financiar su encomiable labor
pedagógica y su compromiso con los más desfavorecidos.
Reciba un abrazo y mi más sincero
agradecimiento por sus acciones en pro de mi educación, porque gracias a usted
mis esfuerzos han tenido recompensa, pues le aseguro que sin usted jamás
hubiera logrado mis sueños y metas. Suyo
Manuel Alcázar Rivera
Secretario de Estado de Educación”.
Me enjugué las lágrimas que se
deslizaban por mis mejillas, y dí gracias a Dios porque con su mano, el pequeño
Manuel había triunfado allí donde se estrellan los que no han sido agraciados
por la fortuna.
Y, sentado en mi sillón, con la mirada
perdida, recordé esos ojos que me miraron suplicando ayuda cuando su violento
padre le arrastró lejos del colegio. Jamás la podré olvidar.