sábado, 2 de abril de 2016



LA FARSA
                En los años posteriores a la II Guerra Mundial, el Vaticano tomó una postura activa facilitando la huída a los criminales nazis buscados por la justicia internacional. A esa trama se le llamó Odessa.

                Muchos nazis, grandes criminales de guerra,  no pudieron ser juzgados ni condenados gracias a la intervención de la Iglesia de Roma. Eso es un hecho histórico innegable, pero alrededor del mismo hay muchas leyendas y, entre todas ellas, destaca una por su presumible veracidad. Es esta.

                Se cuenta que, en los años de la trama Odessa, un ministro del Vaticano, que despachaba con el Papa Pío XII a propósito de varios asuntos internos, desvió de repente la conversación que mantenía con el pontífice y, con semblante serio y afectado, inquirió:
-          Santidad, yo tengo, al igual que todos nosotros, frecuentes crisis de fé.  Pero ahora hay una cuestión que me inquieta noche y día y no miento si le digo que ese asunto me está matando.

Ante tal aseveración, el Papa le miró fijamente a los ojos y haciendo un esfuerzo de humildad, le preguntó cuál era esa duda que tanto le atormentaba.

El ministro del Vaticano guardó silencio unos instantes. El Papa le miró fijamente e hizo un gesto inequívoco de impaciencia. El ministro tragó saliva y, sin atreverse a mirar a los ojos al pontífice, le preguntó:
-          ¿y si fuera verdad todo esto? ¿y si Dios existiera en realidad?¿qué sería de nosotros el día del Juicio Final?

Entonces Pío XII, con rostro serio y demudado, le respondió:
-          Entonces nos quemaremos en el infierno y por toda la eternidad.

Ante la contundencia de la respuesta, el ministro hizo una nueva pregunta:
-          Pero Santidad…¿y las Bienaventuranzas?

Entonces el Papa sonrió y, guiñándole un ojo, le replicó:

-          Esas también las inventamos nosotros.

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