LA FARSA
En los años
posteriores a la II Guerra Mundial, el Vaticano tomó una postura activa
facilitando la huída a los criminales nazis buscados por la justicia
internacional. A esa trama se le llamó Odessa.
Muchos nazis,
grandes criminales de guerra, no
pudieron ser juzgados ni condenados gracias a la intervención de la Iglesia de
Roma. Eso es un hecho histórico innegable, pero alrededor del mismo hay muchas
leyendas y, entre todas ellas, destaca una por su presumible veracidad. Es
esta.
Se cuenta que, en
los años de la trama Odessa, un ministro del Vaticano, que despachaba con el
Papa Pío XII a propósito de varios asuntos internos, desvió de repente la
conversación que mantenía con el pontífice y, con semblante serio y afectado,
inquirió:
-
Santidad, yo tengo, al igual que todos nosotros,
frecuentes crisis de fé. Pero ahora hay
una cuestión que me inquieta noche y día y no miento si le digo que ese asunto
me está matando.
Ante tal aseveración, el Papa le miró fijamente a
los ojos y haciendo un esfuerzo de humildad, le preguntó cuál era esa duda que
tanto le atormentaba.
El ministro del Vaticano guardó silencio unos
instantes. El Papa le miró fijamente e hizo un gesto inequívoco de impaciencia.
El ministro tragó saliva y, sin atreverse a mirar a los ojos al pontífice, le
preguntó:
-
¿y si fuera verdad todo esto? ¿y si Dios
existiera en realidad?¿qué sería de nosotros el día del Juicio Final?
Entonces Pío XII,
con rostro serio y demudado, le respondió:
-
Entonces nos quemaremos en el infierno y por
toda la eternidad.
Ante la
contundencia de la respuesta, el ministro hizo una nueva pregunta:
-
Pero Santidad…¿y las Bienaventuranzas?
Entonces el Papa
sonrió y, guiñándole un ojo, le replicó:
-
Esas también las inventamos nosotros.
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